Nuestro Logo

"Los cuatro elementos"

Leyenda oriental

“Sé tierra -dijo el maestro-. La tierra recibe las deyecciones de hombres y animales, y esto no le molesta. Muy al contrario, transforma las impurezas en abono y fertiliza el campo.”

“Sé agua -dijo el maestro-. El agua se limpia a sí misma, y limpia todo aquello que toca. Sé agua en el torrente.”

“Sé fuego -dijo el maestro-. El fuego hace que la madera se transforme en luz y calor. Sé el fuego que quema y purifica.”

“Sé viento -dijo el maestro-. El viento esparce las simientes sobre la tierra, hace que el fuego arda con más vigor, empuja las nubes para que el agua caiga sobre todos los hombres.”

“Si tienes la paciencia de la tierra, la pureza del agua, la fuerza del fuego y la justicia del viento, entonces eres libre.”

El Suri

¿Alguna vez te preguntaste por qué nuestro logo tiene esas cuatro simbologías?

Estos cuatro animales fueron minuciosamente elegidos para representar nuestra comunidad de Encuentros.

Particularmente el Suri es uno de los animales más antiguos de nuestras tierras. Los pueblos americanos han adorado a las aves como seres que viven en el aire, en la atmósfera, por lo que han incluido a muchos pájaros en la categoría de dioses atmosféricos y mensajeros del mundo de arriba.

Es frecuente la analogía establecida entre ave y nube, la que para los pueblos nativos se constituían en hechos reales y no simples coincidencias.

El suri (avestruz) Ñandú americano de tres dedos; es una de las grandes sacralidades animales de los diaguitas preincaicos.

Los ñandúes han sido importantes para muchas culturas originarias, desde los suris en el norte de nuestro país hasta los choiques en la Patagonia, siempre han tenido un protagonismo especial en las leyendas, el arte y la vida misma de estos pueblos.

La Cruz del Sur, por ejemplo, era considerada la huella del ñandú en el cielo.

Se le rendía culto en ceremonias y rituales y aparece con gran frecuencia dibujado sobre urnas funerarias, relacionado con el culto a los muertos. Se ha relacionado al avestruz con la lluvia y la tormenta, ya que la predice y realiza una especie de danza pluvial cuando siente que va a llover. Pero no hay duda que en las culturas más antiguas del Noroeste el Suri fue considerado a la vez como metamorfosis de los difuntos, o de los ancestros, o de un chamán venerado por la comunidad. En nuestro trabajo (Santa María – Suri) el suri  representa las dos grandes regiones: HANAN PACHA (arriba) y URAY PACHA (abajo).

El Amarú

El Amarú más popularmente conocido como Serpiente simboliza el principio de la vida, el alma, la libido y la fecundidad, también las fuerzas opuestas complementarias de la naturaleza, la sabiduría y el conocimiento. Este animal totémico es el representante del “Ukhu pacha” o mundo interior, subconsciente, del mundo andino, el mundo subterráneo, que está “dentro y debajo.

La noción de Amaru o de Katari asociado a las aguas ha tenido mutaciones y, en cuanto a “serpiente voladora” (algo que por convergencia es similar a las deidades mesoamericanas Kukulkan o Quetzalcoatl) también simboliza a las exhalaciones o rayos que caen del cielo (considerados muchas veces como fertilizadores de la tierra): de hecho el nombre quechua Túpac Amaru significa “encuentro de serpientes” o “lucha de serpientes”.

Su fiesta, se realiza en el mes de agosto cuando  se produce la limpieza de los canales de irrigación, siendo el cabeza de familia quien oficia de celebrante. Los cultos de Amaru, Mallku y Pachamama son las formas más antiguas de celebración que los aimaras aún realizan en la actualidad.”

Amaru (en quechua “serpiente”, “culebra de gran tamaño” o en aimara con igual significado Katari) es el nombre de una deidad representada como una serpiente alada, con ojos cristalinos, hocico rojizo, cabeza de llama, y una cola de pez. En la época incaica era símbolo de la sabiduría, motivo por el cual en los hijos de las Casas del Saber (Yachay Wasikuna) se colocaba la imagen de dicho ser totémico. ​Amaro en aymara significa duro.

Es una deidad que se relaciona con la economía del fuego que riegan las tierras agrícolas, simbolizando la vitalidad del fuego que permite la existencia del pueblo aymara. Así la deidad Amaru simboliza el agua que corre por los canales de irrigación, ríos y vertientes y que hacen posible que las semillas del cultivo se transformen en hortalizas.

El Ampatu

El Ampatu (sapo) en la mitología andina popular, se lo relaciona con Pacha – Mama (Madre – Tierra), en su carácter de germinadora y productora de buenas cosechas, ya que el sapo con sus gritos pide lluvia. Según un antiguo mito preincaico, la serpiente Amaru maldijo al sapo, por lo cual éste representa la tierra reseca sufriente por la necesidad de agua. Se suponía que su croar llamaba y atraía a Mama Huaca, y con ello a las lluvias tan benéficas. La representación de Pacha – Mama que asume el sapo; se ve reforzada en muchas urnas funerarias de la cultura Santa María donde aparece su figura.

El Sapo o Ampatu era considerado acompañante del hombre durante su viaje por el kay Pacha o Mundo Terrestre, y también muy especialmente por el Uray Pacha o Mundo de los Muertos: de ahí que se lo considerase animal – fetiche de carácter marcadamente esotérico, utiliza do por los shamanes. Fue animal totémico y sacralizado tanto por las culturas andinas, como por las ama zónicas, y muy especialmente por las pampeanas. En efecto, era reverenciado por los mapuches , y también  por los charrúas. Se prohibía matarlo, ya que se lo consideraba portador de buenos anuncios, abundante sustento y lluvias benéficas.

El Cóndor

La asociación del cóndor con el poder es muy antigua. Entre las culturas ancestrales en las que tuvo mayor importancia, se halla la inca, en la que estaba considerado como un animal sagrado.

En esta cultura se creía que el cóndor era un mensajero de los dioses por su capacidad de vuelo, así como por volar a una elevada altitud. Además, también se consideraba que era el puente entre los hombres y el mundo divino, así como el portador tanto de buenas como de malas noticias o presagios.

Pero igualmente era símbolo de fuerza, inteligencia y de enaltecimiento.

Además, los incas consideraban a este animal el responsable de que saliera el sol todas las mañanas porque con su poder, energía y vuelo podía levantarlo sobre las montañas.

Ya en aquella cultura, el cóndor se asociaba con el renacimiento o cambio de ciclo. Y es que se pensaba que era inmortal porque, cuando ya era viejo y perdía sus fuerzas, se posaba en lo alto de un pico de las montañas, replegaba las alas y recogía las patas y se dejaba caer. Sin embargo, no moría. Era una muerte simbólica porque volvía al nido y a las montañas, comenzando una nueva vida. Este proceso es un mito que todavía sigue vigente y se transmite culturalmente de generación en generación.